El amor
los elige
para desplegarnos
como las flores,
desde dentro,
para hacernos felices,
sellar promesas,
borrar imposibles,
ser mejores.

La muerte,
que tan ajena a ellos
parece ser,
comprende
que nos neguemos
a seguirla,
si hay besos
que aun esperan.
Y se detiene, paciente
hasta que llegan.

El tiempo
que tanto borra
no se atreve con ellos.

Si presiden
sobre el amor,
la muerte,
y el tiempo,
quizás sean
los duendes invisibles
con los que marca
Dios
los senderos
de regreso.

Y así vamos,
poco a poco,
acercándonos
a Él…
Beso
a
beso.