¿Tu si sabes? Yo confieso que no se, ni mucho, ni poco, como fue que el día que conmemora la caída de la bolsa, se convirtió en un día más, de obligadas rebajas. Rebajas dejó de ser bajar los precios, y pasó a ser subir el acoso. El bombardeo llega aunque uno no saque la nariz de casa; llega en el teléfono, el mail y la radio, ofertas innecesarias a precios irrelevantes, en cascada imparable. Bonito.

Como la vida se nutre de contrastes, también hoy, a salvo del tumulto comercial, en la colina en la que vivo, la encontré a ella. Estaba yo tirando a mi perro la pelota, por una escalera  respetable, como poco salva un desnivel de unos 800 metros.  Embebidos andábamos Whisky y yo en el juego, cuando la mirada se va a su figura. Una señora mayor a la que no vi en mi vida, viene subiendo, ¿sería su agilidad? ¿sería el contraste entre su ascenso y la figura del perrillo corriendo escalera abajo como loco? ¿o sería el no-se-que, de las personas que llevan el sol bajo la piel?

La vi, y no pude dejar de mirarla, y me dirigí a ella con la naturalidad y aire chistoso, con el que uno habla con sus conocidos. Bromee respecto a lo respetable de la subida. Respondió exactamente en el mismo tono bromista, y siguió subiendo. Yo sentada,  ella de pie 5 escalones más abajo, Whisky por todas partes.

I: ¿De dónde viene?
R: Del médico, la cuidad estaba de rebajas, no se para que compran tanto, si sólo tienen un cuerpo.
I: Bien cierto. ¿Y el médico? ¿Le dijo que no necesita nada?
R: Si, me dijo que me cambiaba mis analíticas por las suyas.
I: Claro.
R: Es que yo como poco y soy feliz.
I .Eso es. No hay medicina que se acerque a eso.
R: Ríe y confiesa que tiene 91 años. Sabe que no los aparenta.
I: ¿Es eso cierto?
R: Bien cierto.
Seguimos conversando como si nos lo pudiéramos decir todo, en pocas palabras, bajo ese sol, en esa escalera…
R: ¿Sabes que es lo que más me hace feliz?
I: Ayudar a alguien.
R: Pues si en efecto. Voy los miércoles a cuidar de una señora que no puede moverse, paso al tarde con ella, siempre que salgo, siento que me da más que yo a ella.
I:Claro. ¿Sabe que?
R: ¿Que?
I: Acabo de decidir como quiero llegar yo, a los 91.
Se ríe.
R: Vivo con mi hija, aquí en el 90, me vine de Madrid ¿vives por aquí?
I: Si, doblando la esquina, en el 16.  Volveré a verla.
Si. Me llamo Rosalía.
Yo Isabella, él es Whisky.

Siguió subiendo con su americana a juego con el pantalón y su camisa de seda, la melena gris claro recogida en un moño sencillo, y el broche de strass grande, en forma de R.

Rosalía no compra lo que no necesita, y no necesita lo innecesario. Lleva el sol bajo la piel, como los que saben que lo más valioso no tiene precio. Sube las escaleras como una jovencita, porque lo que pesa, no son los años, sino la vida no vivida, las lecciones no aprendidas. Ella vive, ríe, cuida, habla con una desconocida que le tira la pelota a su perro, con la confianza con la que se habla con una hija. Lo dice todo, sin presumir de nada, sólo tiene un cuerpo y lo lleva lleno de alma.

Lindo Black Friday.