Los símbolos son medios para vincularnos con significados, valores y
posibilidades de desarrollo; bien empleados nos inspiran y fortalecen.
Una alianza simboliza unión feliz y duradera, quien la lleva dispuesto a
ser consecuente, se compromete a ser fiel en tiempos buenos y arduos,
en la salud y la enfermedad. Un cetro y una corona son símbolos
poderosos, la espléndida despedida (por el afecto y gratitud de
millones), que Inglaterra y el mundo están ofreciendo estos días a
Queen Elisabeth the Great, invita a realizar dos movimientos:
1- Contemplar en la realeza no como institución, sino como símbolo.
2- Honrar la oportunidad de afianzar la consciencia de unidad, que
ofrecen estos días de reverente confluencia en las pantallas de millones
de ciudadanos del mundo.
La realeza como institución, se asocia a lujo, privilegio y capricho,
debido al comportamiento desviado de muchísimos de sus
representantes. Sin embargo este momento histórico en que nos
despedimos de una reina que prometió vivir una vida de entrega y en
efecto estuvo a la altura de su compromiso demostrando disciplina,
devoción al deber, dignidad, elegancia, sobriedad y auto sacrificio
puede permitirnos reflexionar en la realeza como símbolo.
Todos estamos llamados a ser nobles, hayamos nacido con un apellido
u otro, más cerca o más lejos de una Casa “Real”. Real no debería ser
lo opuesto a plebeyo; sino lo opuesto a falso. La identidad real, es el
alma; cuando vivimos en el conflicto y el sufrimiento estamos en el
territorio de lo falso; lo que no se corresponde con el ser que en
realidad somos.
La nobleza es una de las características de toda personalidad
infundada con la vibración del alma; la nobleza debería ser lo que se
enseña en el colegio, lo que se jura al acabar la profesión y lo que se
promete al dar la amistad. Veamos los símbolos de realeza en nuestra
constitución: el cetro representa la columna vertebral y la cabeza; todos
hemos recibido un cetro al nacer. El trono es la silla turca, el pequeño
hueso en la cabeza sobre el que se asienta la hipófisis; la corona es la
luz que la cabeza irradia cuando la hipófisis adquiere su funcionamiento
pleno, brilla como un millón de diamantes. Es frecuente verla representada en los oleos de diversos maestros de la pintura, como una
aureola en torno a la cabeza de los santos.
Un símbolo habitual de realeza y gobierno es el león, lo vemos en
banderas, escudos y esculturas de parlamentos, fuentes y templos. El
león reina sobre los animales, simboliza la capacidad que los seres
humanos han de adquirir de reinar sobre los instintos y sugiere
autogobierno. El autogobierno ( disciplina, responsabilidad,
discernimiento y rectitud) confiere una enorme dignidad, y genera
genuino respeto en los demás. Si tienes autogobierno no es necesario
que te gobiernen, si sigues la ley no necesitas que se te aplique la ley,
si te comportas correctamente, no das ocasión a nadie para que te diga
lo que debes hacer. Una señal clara de que alguien está centrado en
regular su propia personalidad, es que no se dedica a opinar sobre lo
que hacen los demás.
Dado que ningún progreso en el sendero del alma se pierde, podemos
nacer con las características leoninas incorporadas y recuperarlas
tempranamente. Cuando somos niños leoninos, raramente damos
ocasión a los padres, ni a los maestros de que tengan que decirnos
como comportarnos, eso es espléndido. Si tenemos un hijo así,
podemos en verdad pensar que es un alma vieja. Si deseamos llegar a
ser así, tenemos un magnífico deseo que al cumplirse en mas y más
grados, trae más y más presencia.
Pedir integridad, honestidad, autocontrol y transparencia a nuestros
gobernantes, es tan necesario como pedir pedagogía a nuestros
maestros o pulso estable a nuestros cirujanos; sin embargo la forma de
colaborar en que la consciencia se eleve no es tanto la crítica, el
cinismo y la ira, sino el trabajo sobre el propio autogobierno que nos
convierte en propagadores de armonía. Es de nobles acentuar lo bueno
en nosotros y los demás, ver y agradecer las virtudes que los otros sí
tienen y abstenerse de hablar mal escondidos detrás de nuestras
pantallas.
Ojalá la realeza como símbolo y por tanto como tarea de todos,
predomine sobre la realeza como institución.
Dejémonos conmover por este mar de respeto y devoción que afluye a
la capilla ardiente de Isabel II. Se esperaban 400.000 personas y colas
de duración media de 7 horas, para estar un minuto en la capilla
ardiente. La afluencia de personas de todas las edades y condiciones, ha superado toda prevision. Hoy la espera está en 24 horas, podría
llegar mañana a 30 hs. Se sabe cierto que nada los detiene. No los para
el agotamiento, no los disuade el frío. Harán cola toda la noche. La
resiliencia impresiona, el estoicismo conmueve, la gratitud que
sienten… inspira.
No fueron los carruajes y las joyas lo que les tocó el corazón, fue la
nobleza. La nobleza despierta nobleza.
P.D. Les invito a reflexionar juntos mañana sobre cómo afianzar la
consciencia global de unidad, que ofrecen estos días de reverente
confluencia de millones.