Navidad es nacimiento, nacimiento es milagro, milagro es regalo.
Regalo es amor, amor es ese manantial tuyo, en que siempre estás surgiendo.

Aquel que nació en Belén, nos regala su Paz, nos obsequia Su compromiso; no sólo el que cumplió hace dos mil años, sino el que sigue cumpliendo cada que vez que le visitamos en nuestro corazón, cuando la oración es ardiente. Nos regala su ejemplo, su gracia y la fuerza descomunal, necesaria para elegirlo.

También nosotros somos regalo, cada vez que desaprendemos prejuicios, soltamos temores, olvidamos rencores. Cada vez que damos un paso al frente, que tendemos la mano, que somos puente para que dos orillas se acerquen. Cada vez que acogemos, comprendemos, alentamos; siempre que somos tazón de chocolate, calcetín en chimenea, buena nueva.

Somos regalo, cuando nos identificamos con nuestra esencia, ese potencial humano invencible, que nos permite morir y renacer, desaprender y cambiar; amar y volar.

Somos regalo, cuando no vivimos para nosotros, sino para nuestro entorno; cuando ponemos el hombro, cuando escuchamos con el alma, cuando predicamos con el ejemplo, cuando nuestro querer da raíces y alas.

Somos regalo, cuando nuestra confianza en la vida, contagia confianza en la vida. Sólo con confianza nos ofrecemos, sólo cuando nos ofrecemos puede el espíritu descender, y fertilizar la vida con su belleza.

Milagro de milagros,
también para Dios podemos ser regalo,
cuando hacemos de nuestro pecho su hogar,
para que pueda obrar en nosotros
y sea en nosotros, Su voluntad.

Quien tiene a Dios en su corazón,
hace a Dios cercano y visible
El es presencia en su mirada,
comprensión en su forma de amar,
es luz en su palabra,
y sol naciente, en su callar.
Ese, precisamente ese,
es el único deseo de Dios.