Parece que si lo estás, bien cierto. Así lo sientes y es difícil encontrar verdades mayores que la experiencia de sentir. Lo sientes y cala hondo, se filtra como el mar entre las rocas hasta la cueva de la cala… El sentimiento de no ser de este mundo, se filtra.

Se filtra y te permea hasta convertirse en parte misma de tu identidad, a veces incluso te parece que es tu mismo eje. Lo se. Te sientes marciano, sapo de otro pozo, bicho raro, pato feo, oveja negra, lobo solitario. Mmmm… duele. Lo se.

Nada indica que haya corazones afines ¿a que no? Corazones condenados a ser tan sensibles, que la injusticia y el dolor de otros, cualquier otro, les resulta propia. Corazones convencidos más allá de cualquier razonamiento que el intelecto balbucea, de que más allá de la locura visible, hay un orden invisible, inteligente, bondadoso. Corazones determinados a atravesar las brumas hasta alcanzar ese orden, sin importar la distancia, el tiempo o los rodeos, ya que llegar a él es lo único que tiene sentido. Corazones tan amplios que enamorados del infinito coquetean con lo eterno, como si atisbaran entre velos, que ellos mismos son infinitos y eternos.

Nada lo indica.

Nada indica que seas de este mundo. Nada indica que haya corazones como el tuyo, nativos de ese otro mundo, ese que añoras como los desterrados añoran el hogar.

Nada lo indica.
Pero no desfalleces; no digo que no estés triste, que no te tiente la idea de cavar un foso, levar el puente, cerrar la puerta y tirar la llave. Si te tienta… claro. Pero no lo haces, sigues abierto. No desfalleces.

Y aparece alguien tan loco como tu, tan marciano, tan sapo de otro pozo, bicho raro, pato feo, oveja negra, lobo solitario… Y todo cambia. La locura compartida deja de ser locura y se revela como lo que realmente es: anhelo, sueño. Y aparecen otros más, igual de locos o mas locos, y la locura compartida que dejó de llamarse locura para llamarse sueño, es ahora viaje hacia la Verdad, proyecto, creación. Es compromiso, modo de vida… Juramento.

Y el tiempo pasa. Y empiezas a sentir que lo infinito y eterno no puede ser patrimonio de quien está enamorado de ello. Y se disuelven poco a poco las barreras. Muy poco a poco. No-estás-solo, ya no califica a la hermandad como viaje, compromiso, devoción… Juramento.

Se requirió estar suficientemente loco,
para ser ahora así de ra-di-cal-men-te cuerdo.
Se requirió ser tremendamente fuerte, para mantenerse abierto.

¿Y ahora? Ahora que la compañía te llevó a la hermandad y la hermandad te permite atravesar las brumas, sin importar la distancia, el tiempo o los rodeos ¿cómo agradecerlo?

¿Cómo?

En eso no puedo ser de ayuda.
Lo siento.
Llevo no se cuanto tiempo, con esa misma, idéntica pregunta
marcando la hora, en el campanario del pecho…