Cuéntame por favor, ¿cual es la sustancia con la que la vida construyó tu corazón? No pides regalo de Reyes, no de los que se pueden comprar. Ni se te ocurre. Es decir, no haces el ejercicio de no pedirlo. Tampoco pides suerte, fortuna, pareja o éxito. Mas bien sientes que “vienen por añadidura” si es lo que conviene y si se ha hecho el trabajo previo. Esto da una pista, esa misteriosa sustancia tiene sin duda, hebras de sabiduría. Sí pides alineación. Bueno quizás no con ese término ( típico de mi léxico). Pides de ti mismo estar atento, escuchar los mensajes de la Vida, interpretarlos correctamente. Aceptar lo que no es de tu agrado con la menor resistencia posible ( tienes bien claro que a mayor resistencia mayor fricción, desgaste y sufrimiento). Esta pista es fascinante, hebras de resiliencia. Pides admitir tus errores lo antes posible ( lo defines como no perder el tiempo). Hebras de humildad. Pides volverlo a intentar, una y otra vez más, hasta lograrlo aunque muchos no comprendan tu meta. Hilos de tesón, autenticidad y valentía. Pides dar más y mejor, te parece lo más natural del mundo. No te concierne en lo absoluto lo que otros pidan, no juzgas, casi casi ni siquiera opinas. Que enorme ahorro de tiempo y energía. Observo tu aplicación, ese anhelo de hacer tu trabajo mejor y mejor. Aprendo. Creo que el deseo de que el trabajo en si sea bueno e importante, sin necesidad alguna de promoverse uno mismo por el trabajo, es la acción inspirada por el alma. La verdadera excelencia. No me dices de que está hecho tu corazón… con palabras no. No necesita palabras el amor.