Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo pienso en la puerta de llegadas del aeropuerto de Heathrow. La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoísmo, pero yo no lo entiendo así. A mí me parece que el amor está en todas partes. A menudo no es especialmente decoroso ni tiene interés periodístico, pero siempre está ahí. Padres e hijos, madres e hijas, maridos y esposas, novios, novias, viejos amigos… Cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas que yo sepa ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fue de odio y venganza; todas fueron mensajes de amor. Si lo buscáis, tengo la extraña sensación de que descubriréis que el amor en realidad está en todas partes.  Love Actually (Richard Curtis, 2003).

Día 14 de Febrero es considerado el día de los enamorados por antonomasia.

Pero es también el 14 de Febrero un día para sanear y poder recuperar su genuina cepa o raíz histórica que anda, ciertamente, enferma de cierta filoxera comercial.

Es uno de aquellos días que necesitan sencillamente desprenderse de todo aquello que lo aprisiona, envuelve y dirige. A la Navidad le pasa exactamente lo mismo que a San Valentín: necesita ser el mismo por sí mismo. Y ello depende de nosotros, los enamorados.

Sólo lejos del mundo publicitario y comercial, encontraremos aquello auténtico y único. El amor no se compra ni se vende, ni tan siquiera se regala: sencillamente se genera, se comparte y se da.

Está muy bien que los enamorados tengamos nuestro patrón y un día emotivo de fiesta. Pero cada día debería ser San Valentín, como cada día debería ser Navidad…

Pero quien era Valentín realmente… ¿Sabemos algunos datos biográficos de su persona?; quizás algunos puedan pensar que era un compendio de Humphrey Bogart, Robert Redford y George Clooney… O más bien el Don Juan por excelencia…

Valentín era un presbítero romano que residía en la capital del Imperio, Roma, reinando Claudio II. Su virtud, compasión y sabiduría era tal que se había ganado la confianza y veneración de los cristianos y de los mismos paganos. Por su gran misericordia y compasión se le conocía con el nombre de padre de los pobres. Su fama y popularidad hizo que el emperador quisiera conocerle personalmente. No hace falta entrar en detalles de aquel encuentro. Valentín hizo gran profesión de su fe en Cristo como la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Y después de realizar una curación, el emperador lo convirtió en mártir, alejando definitivamente de su persona el miedo a la posibilidad de ser considerado simpatizante del cristianismo.

No entraremos a debatir los motivos poco claros de porqué se atribuye a San Valentín el patronazgo sobre el amor humano. Lo cierto es que para mí se queda corta esta manifestación de patronazgo de San Valentín en nuestro mundo, ya que parece que reducimos dicho patronazgo del amor humano a la pareja. Y el amor humano tiene muchísimas más dimensiones y universos.

En verdad, San Valentín es el día de los enamorados. Pero si buscamos en el Diccionario de la Real Academia Española el vocablo “enamorado, da”  encontramos las siguientes acepciones: 1. adj. Que siente amor y atracción sexual por alguien. 2. adj. Propio de una persona enamorada. Mirada enamorada. 3. adj. Muy aficionado a algo o muy amante de ello. Un enamorado de la música y de su pueblo. 4. adj. enamoradizo. 5. adj. Am. Que mantiene con otra persona una relación más o menos amorosa y sin compromiso formal para el matrimonio.

San Valentín era un enamorado de los pobres y poco tenía que ver con el arquetipo de príncipe azul que toda mujer desea tener en su vida y que, aparentemente, sólo existe en las películas… Por tanto, según la definición de la Real Academia y teniendo en cuenta el nombre con el que se le conocía, San Valentín sería una persona muy aficionada a los pobres o muy amante de ellos.

Amar a la pareja digamos que es lo más normal y fácil. Lo complicado es amar al prójimo. El evangelista Mateo ya nos lo transmitió cuando dejó por escrito: Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? (5:47).

En nuestras manos está la posibilidad de expandir el nombre de San Valentín o de comprimirlo. Celebrar en San Valentín, única y exclusivamente, el amor que se profesan las parejas es comprimirlo, casi me atrevería a decir que es menospreciar su persona. Dignificar su memoria y su recuerdo es ir mucho más allá. Es despojarle de su rol de cabezudo para convertirlo en un gigante.

Es hora de celebrar San Valentín en todo su esplendor, definición y plenitud. Es hora de celebrar que seguimos sintiendo amor y atracción sexual por nuestra pareja; pero también es momento ya de sentirnos enamorados de la vida; de sentirnos enamorados, por ejemplo, de la música, de la lectura, de nuestro pueblo, del mar, de la montaña, del paisaje, podemos poner ahí todo lo que queramos, pero sobre todo: es hora ya de sentirnos enamorados del ser humano!

Celebremos en este 14 de Febrero el AMOR en mayúsculas. Este amor que nos dice San Pablo que es paciente y muestra comprensión; este amor que no tiene celos, que no aparenta ni se infla; este amor que no actúa con bajeza ni busca su propio interés, que no se deja llevar por la ira y que olvida lo malo; este amor que no se alegra de lo injusto, sino que se regocija en la verdad. Este amor que perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo. Este amor que nunca pasará.

Quizás, así, seremos capaces de convertirnos en aeropuertos: esas especies de salas de espera improvisadas: esas zonas francas donde van a converger todo tipo de historias y emociones humanas, escritas y vividas por y con amor.

Quizás, sólo así, seremos parte de esa única luz verdadera que ilumina a toda mujer y a todo hombre que viene a este mundo.

 

 

 

Sebastià Agustín A.