Hace un par de meses, en una sesión con Issa, me propuso realizar 3 sesiones con una técnica nueva, la AONC. En la explicación de Issa capté su seguridad, hoy comprendo bien a qué se refería al decirme que las ideas de la película Y TU QUE SABES logran una aplicación revolucionaria en la terapéutica y por tanto en la vida. Hoy diría que la idea de la física cuántica (de que todos estamos conectados) y la idea de la psicología transpersonal (de que los otros son parte de ti mismo), se anclan en este trabajo de forma práctica, concreta y ciertamente transformadora.

Mi más reciente descubrimiento el día de ese comentario era precisamente que mi última relación no funcionaba no sólo por el exceso de equipaje de mi pareja, sino por el mío propio. Me había dado cuenta de que a pesar de tener la seguridad de que yo cargaba con un simple equipaje de mano, (por el gran trabajo terapéutico ya efectuado), la realidad es que aún no había accedido al fondo de mi. Recordé las palabras que yo mismo le dije a ella en nuestra primera visita “soy como un bidón de doble fondo” y sentí que el momento de destapar ese doble fondo había llegado.

Por ese entonces acababa de regresar a Mallorca luego de más de año y medio viajando por el mundo: México, Guatemala, Senegal, Mauritania, Marruecos…. En el viaje pensé que me estaba encontrando realmente a mí mismo, hubo períodos de verdadera alegría y expansión, sin embargo fue en las sesiones del regreso que de verdad comprendí esa cita de Moore, con la que nunca había estado de acuerdo: “El hombre recorre el mundo buscando aquello que necesita y vuelve a casa a encontrarlo”

Yo había dejado mi primera psicoterapia al ver que pese a lo mucho que el proceso me había ayudado con la muerte de mi pareja, (me ayudó a aceptar la pérdida, a no negarla, a incorporarla como un proceso de aprendizaje, a no anclarme en el victimismo del “¿porqué yo?”) no sanaba las devastadoras consecuencias para mi autoestima de enamorarme. Cada vez que me enamoraba terminaba con el mismo desamparo, la misma soledad, con la misma necesidad de afecto y reconocimiento externo. En suma todas mis relaciones terminaban con la misma dependencia emocional.

Todas y cada una de las sesiones con Issa han ido arrojando luz a ese doble fondo, oscuro, desconocido pero tan anclado en mi interior… Gracias a todo ese trabajo conseguí determinación en mis decisiones, fortalecí mi independencia emocional a la hora de enfrentar una nueva relación, me doté de nuevas herramientas y armas de análisis para valorar bien las situaciones que ponían en riesgo mi calidad de vida emocional, mi autoestima se fue consolidando. Finalicé por fin mis estudios universitarios y conseguí una gran realización profesional. Estoy muy agradecido a la Homeopatía y la Sintergética, por esos cambios, pero el proceso más profundo ha sido para mí el de la AONC.

Mi información y conocimiento sobre la naturaleza de la nueva terapia era cuando comenzamos nula, simplemente porque no tuve tiempo de documentarme. Alguien en mí se sintió reacio a algo tan novedoso, pero por suerte si algo había conseguido durante los años de terapia era confiar en mi terapeuta. Así que me tumbé en esa camilla durante tres sesiones que cambiaron completamente la percepción de mi mismo y actuaron como una máquina de disco que rompió esa chapa que escondía el doble fondo de mi bidón e hizo aflorar, esta vez sí, lo más oscuro y doloroso de mi vida. Eso sí: el corte fue limpio y sin cicatrices.

Issa fue un fantástico guía a ese viaje a lo más primitivo de mi cerebro, la complicidad era absoluta y me sentí muy seguro en todo momento. Si tuviera que describir alegóricamente el proceso diría que fueron tres visitas a la placa madre que rige el sistema de mi YO. Tres visitas en las que yo mismo era el ingeniero de sistemas y ella mi ayudante, ella me iba pasando las herramientas a medida que las iba necesitando. Fueron tres intervenciones para reparar varios componentes de la placa madre que impedían que la información que debe procesar toda placa madre fuera captada, analizada y procesada correctamente.

El primer componente anómalo fue la aceptación. Acepté que he estado años y años negando y escondiendo los malos tratos de mi padre a mi madre, los malos tratos hacía mí, la falta de afecto durante mi infancia, el terror y el dolor de vivir toda mi niñez viendo a mi madre entre la vida y la muerte por las palizas brutales de mi padre. Todo ello afloró en la primera AONC, lo viví de nuevo, lo sentí en el cuerpo y lo liberé.

Liberé la angustia acumulada, la rabia por todas esas veces en que mi padre decía en público que él nunca le había puesto la mano encima a su mujer, la culpa por no haber podido defender a mi madre, el miedo con el que he despertado cada uno de los días de mi vida a que “lo volviera a hacer”, y tanto más, y tanto más…

Mi padre nunca me dejó hablar cuando fui niño pues un guantazo me cerraba la boca, nunca me dejó hablar cuando fui adolescente porque sabía cómo manipular mi autoestima para hundirme, y nunca me dejó hablar cuando fui adulto pues su defensa era ya huir y no enfrentarse a mis acusaciones. Ahora en la sesión de AONC en la pantalla interna de mi mente, con los ojos cerrados, en ese estado de consciencia que se logra en la AONC en el que se recuerda todo lo reprimido y se puede liberar todo el dolor a través de las sensaciones en el cuerpo y las imágenes (que son tan reales para el cerebro como la misma realidad), tenía sentado a mi padre frente a mí con la boca tapada y atado a una silla para que no pudiera irse y por fin pude escupir todo ese dolor que durante 33 años había estado martirizándome.

En la segunda sesión trabajamos el segundo componente anómalo de la placa madre de mi Yo. Tenía tres cables pelados: el apego, la demanda de afecto y la autoestima (necesidad de reconocimiento). En ese momento una de las herramientas que me lanzó mi terapeuta sin pedírsela fue mi “otro yo” ex-pareja. Lo ví frente a mi sentí mi necesidad de contacto, de protección, de que se replanteara su decisión, de que valorara todo lo que yo hice por él y cuando sentía todo eso Issa me llevó a colocarme dentro de él y a ver por sus ojos. Eso me permitió darme cuenta de que su forma de ver el mundo no era tan distante de la mía ya que él también era apego, también era culpa y también era miedo a aceptar.

Cuando salí de sus ojos y me reincorporé de la camilla era como si esos tres cables estuvieran perfectamente ensamblados en sus respectivas conexiones que por cierto ya eran otras: ese apego a mi relación no era más que la necesidad y demanda de un afecto que nunca tuve y de un reconocimiento de mis posibilidades, capacidades y potenciales por parte de mi padre. Mi ex-pareja ya no era mi problema.

Mi problema era no haber reconocido todo el daño que me hizo mi padre y seguir negándolo y querer que mis relaciones sentimentales suplieran todas esas carencias. Ahora me parece tan lógico y congruente que sigo pensando: ¿Por qué no me di cuenta antes? Y no me di cuenta antes porque esos tres cables llevaban tanto tiempo pelados y chispeando en sus respectivas conexiones que ya formaban parte de mi, de mi estructura de circuito, de mi anatomía cerebral y emocional.

El tercer componente anómalo era el Ego. Ha sido con diferencia la mejor intervención. La más bella, sutil y alegórica pero no por ello la menos dolorosa. Era hora de ajustar finalmente el procesador central, la pieza angular sobre la que se sostenían el resto de componentes. Mi ego es mucho más que mis ideas, que mi licenciatura en filosofía, que mis teorías, mi ego es también lo inconsciente profundo que va contra mis ideales y me hace sufrir. Mi ego incluía la negación a progresar, a querer cambiar, a querer ser otro, a perdonar, a mirar hacia delante superando todo rencor. Sin cambiar de verdad de raíz todo eso no hubiera podido hacer lo que ahora hice : valorar mis posibilidades, mis capacidades y mi ser.

En la tercera sesión en ese estado particular de consciencia que permea los tres cerebros característico de esta metodología, pude darme muerte a mí mismo. El visualizar mi propia muerte y el visualizarla desde un nuevo YO fue de lo más sublime. No hay otro concepto más claro y adecuado para describir la liberación que la muerte de ese ego patológico que todos llevamos dentro.

Creo que el proceso solo se puede sintetizar de una forma: no solo siento que he reparado esos componente sino que tengo la sensación que se han reconectado de forma muy diferente a como estaban, que los cambios han sido radicales y que un cambio tan radical solo lo puedo comparar a que mi mente, y el poder de esta sobre mis emociones, ya no se rige por un sistema operativo arcaico y obsoleto. Un nuevo sistema operativo rige mi vida y mis decisiones.

Ahora más que nunca entiendo a Issa cuando me dijo: “Vas a agradecer haber vuelto de Méjico, el verdadero viaje empieza ahora.”

Ahora es cuando más relevancia toman unas palabras del recientemente difunto Steve Jobs: “No puedes conectar los puntos hacia delante, sólo puedes hacerlo hacia atrás”.

Damian Malkovich.